Shavuot: El secreto de la Unión

Shavuot: El Secreto de la Unión


Estamos a pocas horas de Shavuot, una de las tres festividades en que la Torá nos ordena subir a Ierushalaim, para llevar las ofrendas de la cosecha al Templo sagrado. En Pesaj, el principio de la temporada de la cosecha en Israel, se lleva la ofrenda del trigo, en Shavuot llevamos las primicias de la cosecha de cebada, que conocemos como el Omer. Esta ofrenda es diferente de otras porque es colectiva. Se va acopiando todos los aportes de los agricultores y se toma una pequeña cantidad que se mezcla con aceite para hacer una masa. Esta ofrenda es llevada al Altar, y allí el Sumo Sacerdote realiza la ofrenda de Minjá, que consiste en tomar una pequeña cantidad de esa mezcla entre en sus dedos medio y anular, y arrojarla al fuego. En esa pequeña ofrenda se unen todas las intenciones y almas de todo el Pueblo de Israel.
Esta unión, aparentemente simbólica e indirecta, es justamente la condición para poder recibir la Torá, la sabiduría de Hashem que expresa Su Voluntad para cada pueblo, cada persona y para cada uno y una de los infinitos componentes que creó y crea continuamente. Para llegar a esta unión hace falta un proceso colectivo e individual que lleve a que sea verdadera y profunda, eterna y fuerte que no se desintegre ante las pruebas de la vida. Como en la generación de la Torre de Babel, que estaban unidos en aras de un objetivo en común, construir un edificio que llegue hasta el Cielo y allí luchar contra Hashem.
En otras palabras, creían en que existía Dios, pero pensaban que era un ente que podía ser sometido y utilizado para sus propios fines. Esta era una unión era tan fuerte que Hashem tuvo que confundir sus lenguas para destruirla, estaba destinada al fracaso, porque estaba impulsada por el egoísmo del corazón del hombre que ve a la Creación como algo que fue creado para él, para satisfacer sus deseos y necesidades a expensas de los demás.
Pero la unión para recibir la Torá tiene que ser algo verdadero y eterno. Para llegar a ella el Baal Shem Tov nos enseñó un proceso de refinamiento y superación de tres etapas: sumisión, separación y dulcificación. ¿Cómo sabemos que esto es así? Porque como todas las cosas verdaderas tiene su base en la Torá. Justamente lo aprendemos de los versos anteriores a la llegada del pueblo de Israel al Monte Sinaí, el 1 del mes de Siván, para prepararse a recibir la Torá (Éxodo 19:2-4:):
“A principios del tercer mes, después de haber salido los Hijos de Israel de la Tierra de Egipto, en este día llegaron al desierto del Sinaí”
“Y salieron de Refidim y vinieron al desierto del Sinaí, y acamparon en el desierto, y acampó allí Israel frente al Monte”
“Y Moshé subió hacia Dios y lo llamó Havaiá desde el Monte diciéndole: ‘Así hablarás a la Casa de Iaakov y le dirás a los Hijos Israel” 
Explica Rashi “ya había dicho la Torá que estaban en Refidim y fueron al desierto ¿para qué había que repetir que salieron de Refidim? Porque así como llegaron al desierto en teshuvá, (retorno a Dios) también salieron de Refidim en teshuvá”. Para entender este primer paso como la sumisión necesaria para la preparación de la recepción de la Torá, debemos recordar que allí se asentaba el pueblo de Amalek. Amalek, de guematria safek, “duda”. Es ese sentimiento que nos enfría y nos hace preguntarnos ¿Acaso está Hashem en nosotros? En lo que estamos haciendo, en lo que es y significa la Torá.
Explican los sabios Refidim como rifióniadaim, “bajar los brazos”, desalentarse y darse por vencido frente a la tarea del estudio de la Torá, que necesita fuerza de voluntad y decisión de querer retornar a Hashem y conectarse con Él. Entonces “y salieron” es alejarse del pecado, someterse a Dios. Es la teshuvátataá, el retorno o arrepentimiento inferior de alejarse del pecado proveniente de la duda. Primer paso. Pero un talmidjajam, una persona que se dedica al estudio de la Torá y se aleja del pecado, puede estar haciéndolo por interés propio, o por miedo al castigo, por su ego, por eso debemos seguir adelante.
El segundo paso de “acamparon” en el desierto es la separación o havdalá necesaria para meditar y conocerse a sí mismo y ver las cosas objetivamente. Pensar por qué las hacemos, si es porque nosotros decidimos que eso está bien o es de nuestro interés particular o porque nuestro objetivo es en aras de algo superior en armonía con la Voluntad del Creador. Y no hay mejor lugar para enfrentarnos a nosotros mismos que la soledad del desierto, que en nuestra generación puede ser perfectamente también en medio del bullicio del centro de la ciudad. Solos con Dios, liberados de la influencia de los deseos materiales, nos anulamos frente al infinito. Esta autoanulación nos lleva a retornar a Dios con humildad, de una manera más elevada llamada teshuvá Ilaá, “retorno superior”, de querer cumplir la voluntad de Dios pero sólo porque así Él lo quiere, porque sabemos que Su saber es el correcto y al anularnos nos hacemos uno con Él. Una sola voluntad.
Y salieron… y vinieron… y acamparon… nos está indicando que aún estaban separados entre ellos. Había una pluralidad que habla de la desconexión entre la mente y los sentimientos, que produce a su vez sentimientos enfrentados y disgregados. Pero justamente allí se estaba gestando la tercera etapa de dulcificación, que en nuestro caso es la unidad que nos capacita para ser un recipiente adecuado para la recepción de la Torá. Refinar la mente y los sentimientos es aprender a que trabajen en conjunto, se inter incluyan en estructuras o partzufim.
En el desierto miramos a nuestro alrededor, con la vista baja para que el sol no nos lastime los ojos, pero cuando “y acampó allí Israel frente al Monte” los ojos se dirigieron a lo alto, hacia ese lugar en que Dios se iba a posar para dar por anulado el decreto de que “Las alturas no bajarán a los mundos inferiores y los inferiores no subirán a las alturas”. Esa elevación cósmica produjo en el Pueblo de Israel que “y acampó”, en singular. Como dice Rashi “como un solo hombre y un solo corazón”. La dulcificación final del Baal Shem Tov, que si meditamos en ella podemos referirla y utilizarla para todos los procesos de nuestra vida. En Cabalá esto se denomina la elevación del reinado hacia la corona. El Maljut refinado producto de recibir la interacción armónica de todas las sefirot intelectuales y emocionales, puede elevarse por sobre ellas transformándose en su Corona. El secreto de “la mujer (maljut) de valor es la corona (keter) de su marido (jojmá).
Explica la Cabalá y el Jasidut que la sefirá que justamente tiene la capacidad de producir la unión es Daat, “conocimiento”: “Y Adam conoció (daá) a Javá”. El Sefer Ietzirá dice que las sefirot son 10 y no 11, 10 y no 9. Siempre son diez porque cuando figura Keter no está Daat y viceversa. Daat se ocupa de unir las sefirot intelectuales con las emocionales, por el poder del conocimiento que proviene directamente de la Conciencia Suprema llamada Corona o Keter. Entonces, cuando el Conocimiento Supremo está revelado, todas las sefirot se unen automáticamente. En realidad Daat no se considera una sefirá, sino más bien ese poder de unión. En nuestro mundo material, en que Dios, lo espiritual, lo inconsciente no está revelado, se reconoce a Daat como la sefirá intermediaria de esa unión.
Este es también el secreto de la parashá de semana, Nasó. Esta palabra se traduce comúnmente como “censo”, contar personas o cosas. Pero la traducción del hebreo es “elevar”, como dice “eleva la cabeza de los hijos de Merarí, de la tribu de Leví…”. Siempre que el pueblo de Israel se enfrenta a una prueba o una tarea especial, Hashem los cuenta, como el dueño de un tesoro que no se cansa de volver a repasar y pulir sus joyas. Si falta alguna piedra preciosa la va a buscar por todos lados, aunque tenga miles de ellas. De esta manera Hashem eleva a cada uno y uno de nosotros para saber que tenemos una tarea especial que hacer, que nadie puede faltar, que juntos formamos una unidad estructural.
Este es también el secreto del Jasidut, que nos reúne a todos a través de unir la Torá escrita y la oral, la revelada y la oculta, el Musar y la Cabalá, lo espiritual y la naturaleza (ciencia), la mente y los sentimientos, el Pueblo de Israel y los Justos de las Naciones.
Entonces, cuando estamos unidos, cada uno con la tarea que Dios le ordenó, con la mente y sentimientos en armonía, podemos estar “frente al Monte”, mirar hacia arriba y ver cómo el Moshé Rabeinu de nuestra generación, el Mashíaj Verdadero, sube al monte para descender con la Voluntad Revelada de Hashem, la noticia de la Nueva Torá, esa misma Torá que recibió aquella vez, pero nueva frente a nuestros ojos sin mantos que los nublen.
Porque en ese día, de la Redención verdadera y definitiva, veremos con nuestra carne que “la tierra se llenará del conocimiento de Dios, como la aguas cubren el mar”.
(basado en las enseñanzas del rabino Itzjak Ginsburgh shlita, especialmente de la clase de Rosh Jodesh Siván 5769)
Jag Shavuot Sameaj, recibamos la Torá con Alegría y Profundidad
Con Bendiciones desde la Tierra de Israel
La Dimensión Interior
Tomado de: http://dimensiones.org/canales/vidmodrn/viviendo%20con%20el%20tiempo/SIVAN/sivan69.htm

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